Visitar el museo del Louvre
Sea usted o no un experto en arte, no puede (no debe) dejar de visitar el museo del Louvre, en París, si viaja a Francia. Es prácticamente una parada obligada en el itinerario por la capital.
La colección del Louvre de pintura y escultura francesas no tiene rival. Lo que es más, en él se exponen obras únicas que no encontrará en otros museos, como la Mona Lisa de Leonardo da Vinci y otras creaciones del renacimiento italiano.
La colección de arte antiguo es una sección muy aclamada del Louvre.
Hay algunas tácticas apropiadas que puede seguir para que su visita a este histórico museo sea un éxito y consiga regalarse la vista con sus más de 35.000 obras de arte. Aparte de reservar su entrada con bastante antelación, puede acceder por la entrada de la puerta de los Leones, en el ala sureste cercana al río, donde hay menos gente.
Planifíquese un horario que le permita visitar el Louvre a distintas horas del día. Con su ticket puede volver a entrar en distintas ocasiones para ver diferentes colecciones o departamentos.
Por último, evite visitar el Louvre durante el verano y en aquellos días especiales en los que no se cobra entrada, ya que se puede llenar de gente y convertir la experiencia contemplativa en algo incómodo.
Emprenda un tour culinario
Sentarse a comer una comida francesa auténtica en un restaurante parisino supone apenas arañar la superficie de una auténtica mina de delicias gustativas. Después de todo, la cocina francesa no sólo tiene que ver con la comida: es parte de la cultura y el estilo de vida de la gente.
Cada región de Francia es famosa por sus contribuciones culinarias a escala global. La cocina de la Provenza y de la Riviera francesa goza de reconocimiento por su utilización de la aceituna, tanto en su forma de fruto como de aceite. El famoso ratatouille (un estofado preparado con tomate, ajo, hierbas, berenjena y pimiento verde) es un plato provenzal.
Las especialidades de la Alsacia y la Lorena tienen influencias germánicas, como puede apreciarse en su uso de los embutidos y el chucrut.
La elevada altitud de las provincias alpinas es propicia para la fabricación de quesos, en la que se utiliza la leche de cabras y ovejas, además de la de vaca.
No olvidemos los viñedos de Francia, que producen los magníficos caldos de Burdeos y Borgoña.
El mejor modo de experimentar el éxtasis gastronómico en Francia es participando en excursiones culinarias por regiones específicas. Esta aproximación permite una mejor apreciación de los platos tradicionales franceses.
Visitar la capital de Europa en Francia
La ciudad de Estrasburgo comparte con Ginebra y Nueva York el hecho de ser sede de diversas organizaciones dedicadas a la cooperación internacional, demostrando que incluso ciudades medianas pueden ser tan importantes como las capitales.
Estrasburgo es la sede del Consejo de Europa y del Parlamento Europeo, así como de los distintos departamentos gobernados por la Unión Europea. Su situación, cerca de la frontera alemana, ha dotado a Estrasburgo con un rico patrimonio franco-germánico, fusionando lo mejor de ambas culturas en una ciudad cosmopolita e inspiradora.
En su vecindad hay destacadas atracciones que reflejan la diversidad de esta población, situada en el noroeste de Francia. La catedral de Notre-Dame de Estrasburgo es un ejemplo sobrecogedor de la arquitectura gótica, con su elevada aguja y su fachada pétrea. La Universidad de Estrasburgo, una de las mayores de Francia, reconoce tanto la fe católica como la protestante, otro influjo de la cultura alemana.
Sin embargo, quizá el más emblemático y hermoso lugar de Estrasburgo sea el barrio conocido como La pequeña Francia, caracterizada por los puentes y las calles que acompañan al río Ill. Las curiosas hileras de edificios de madera también atraen a numerosos turistas a esta zona de la ciudad.
Hacer senderismo en los Pirineos
La larga línea de los Pirineos recorre 415 kilómetros que se extienden desde el mar Cantábrico hasta el Mediterráneo. Sirve de frontera natural entre España y Francia. Es indudablemente una de las más majestuosas cordilleras de la Europa occidental.
Para los amantes de la naturaleza, los Pirineos franceses son un sueño hecho realidad. El Parque nacional de la zona cuenta con pistas bien señalizadas que atraviesan glaciares, valles llenos de verdor y exuberantes cuencas.
En la vertiente española, el parque nacional de Ordesa-Monte Perdido ostenta sobrecogedores cañones que podrían rivalizar con sus homólogos del Gran Cañón de Arizona.
Muchas agencias de viajes ofrecen excursiones guiadas, paseos y senderismo por los Pirineos franceses. Cualquier aficionado a explorar este tipo de territorio tiene asegurada una extraordinaria aventura en una de las últimas zonas salvajes del viejo continente.
Bucear en Córcega
Bahías de color turquesa, aguas cristalinas y el tibio clima Mediterráneo se combinan para hacer de Córcega un lugar repleto de puntos óptimos para el submarinismo. Esta isla está situada a unos 200 kilómetros al sureste de la Riviera francesa.
Equípese y explore las profundidades durante el mes de agosto, cuando las aguas permiten una mayor visibilidad. Los lugares más visitados de Córcega son los puntos de inmersión de la reserva natural de las Bocas de Bonifacio. Los buceadores se asombran ante los grandes bancos de meros que nadan entre esponjas y corales de vivos colores.
Otras criaturas marinas, como las barracudas, el pez escorpión, la langosta, la morena e incluso la tortuga boba, se pueden contemplar a placer. Incluso es posible que se encuentre con buques de guerra y submarinos hundidos.
Otras zonas populares para bucear en Córcega son el golfo de Porto, Calvi, Bastia y Valinco.
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